Quien podría negar que el
trafico de Lima es un problema, un verdadero dolor de cabeza y que puede
malograr el día de cualquier persona.
Yo era una de esas personas,
que a pesar de manejar tranquilo y respetar las leyes de tránsito, renegaba,
gritaba e insultaba a los demás conductores, a esos que por tratar de
sobrepasar un par de vehículos, manejan de manera temeraria, sin pensar o ser conscientes
del malestar que le generan a los demás conductores, y no solo renegaba con
ellos también lo hacía con algunos conductores de taxis o de transporte
público, quienes detienen su vehículo en cualquier parte de la vía simplemente
para intentar recoger pasajeros, sin importarles el semáforo o los demás
vehículos detrás de ellos.
Ese comportamiento que para
muchos es común, normal y razonable lo adopte de mi padre cuando era niño y
viajaba de pasajero, también recuerdo haber visto peleas no solo de palabras
sino algunas que llegaban hasta los puños.
Una vez casado mi esposa me
hizo notar que ese comportamiento no me llevaba a nada bueno y que más bien me
produciría en algún momento un daño, es así que inicio a tomar conciencia de
que en realidad estaba malgastando mi energía y otorgándole el poder de la
situación a agentes ajenos a mí.
El primer paso que opte, fue
hacer un análisis y determinar cuál era la fuente de este comportamiento y me
percaté que se basa en uno de los sentimientos más primitivos, la ira, y si el
problema radica en un sentimiento, entonces es necesario desarrollar la inteligencia
emocional.
El segundo paso es ser
consciente y ante cualquier situación que me ocurra intentar mantener ese
control emocional, si permito que mis sentimientos me dominen, pierdo ese
control sobre mi mismo. En mi caso particular, la respiración también juega un
papel importante en mi control, además de identificar los elementos físicos que
ocurren en mi cuerpo que me alertan que la situación se podría descontrolar (por
ejemplo, aprendi a reconocer que tengo una sensación de hormigueo que sube
desde mi espina dorsal hacia mi cabeza) y es al sentir esa sensación que la respiración
me permite regresar a la calma y no perder el control.
Hoy en día sigue sin gustarme
manejar en el trafico y trato de transitar por calle menos congestionadas y en
horarios con poca afluencia de vehículos, pero cuando es inevitable encontrarse
con el tráfico, trato de salir con el tiempo necesario como para disfrutar el
viaje, ver los alrededores y divertirme mirando cómo se desesperan los demás
por avanzar y pierden el control. También me encuentro con aquellos que cruzan
su vehículo delante del mío de manera intempestiva, bueno en esos casos, bajo
la velocidad y los dejo pasar, no puedo saber cuál es su apuro o la situación
por la que podría estar pasando, y no pierdo el control, tampoco deterioro mi
salud dejándome llevar por la ira.
Así como en el tráfico uno
puede perder el control en situaciones cotidianas, han escuchado alguna vez o
conocen personas que han dicho cosas como:
Que mal me cae esa persona, ya
me malogro el día
Mi jefe me tiene harto
Esa persona me estresa, cada
vez que me habla me dan ganas de pegarle
Ya llego él o ella, ya se me
quito el hambre
Es tan tonto que cada vez que
hablo con él tengo la sensación que pierdo inteligencia
Si ella va a la reunión yo no
voy
Esa persona me cae más espesa
que avena de engrudo
Qué pasaría si esas personas
que hacen que pierdas tu control toman consciencia de esa condición, ellos
serian ahora los que tendrían el control sobre ti, ya que tu así lo permitiste.
Recuerda siempre que el único
que realmente tiene el control en tu vida eres tú mismo, a menos que se lo
empieces a entregar a los demás víctima del dominio de tus sentimientos.
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