Hace uno días celebre el
cumpleaños de mi hijo, por lo que envié invitaciones a algunos amigos y
familiares. El local se encontraba separado de 10 a 12, así que en la
invitación coloque en donde dice hora, las 10 am.
Llegó el día de evento y
recibí como 3 llamadas preguntándome si había puesto 10 de la mañana para que
llegaran a las 10.30 u 11 de la mañana. Con tristeza me percate que al parecer
muchas personas pensaron igual y es que pude observar que siendo las 10.30 solo
habían 4 o 5 niños jugando.
De la misma manera cuando se cita a reuniones con el equipo de
trabajo, es común que yo sea el primero en llegar, a la hora pactada, y la gran
mayoría llega luego de 10 o 15 minutos y a alguno otros los tienen que llamar
para que participen.
Eso me dejo pensando en la
hora peruana y la impuntualidad, y es que mi padre me enseño desde muy pequeño
la importancia de la puntualidad y que esta demuestra respeto hacia los demás y
forma el carácter al cumplirse lo que uno mismo establece.
Dice Yokoi Kenji en su
conferencia “Mitos y Verdades entre Japón y Colombia”, que en Japón la
puntualidad es parte de la disciplina, mas aun el japonés vive y crece con la
convicción de que la disciplina tarde o temprano vencerá a la inteligencia. Y es
así que para el japonés es muy valioso ser disciplinado, ya que si se cuenta
con inteligencia sin disciplina, esa inteligencia no florecerá a su máxima
expresión, pero si se cuenta con mucha disciplina aun sin tener gran inteligencia
es como si se puliera un diamante.
Si el secreto del éxito está
en este modelo que está probado y comprobado, porque es tan difícil de adoptar,
porque nos gusta vivir en esa cultura de informalidad. Cambiemos
progresivamente nuestros hábitos, iniciemos por la puntualidad por propio
beneficio, seamos constantes y consecuentes con nuestros compromisos, y
transmitamos esas actitudes hacia nuestros hijos que serán los que más se
beneficiaran.